Tenía una amiga en el colegio en el que trabajo, una profesora de Lengua llamada Eva. A Eva le encanta escribir -¡hasta ha participado en algún concurso!- y, además, ama los libros. Mi amiga tiene, además, una gran virtud: es capaz de animar a todo el mundo que tiene cerca. Por eso, un año, decidió crear un concurso de cuentos en el colegio, y eligió un tema: el amor. El día 14 de febrero se diría el nombre del ganador. Por supuesto, todos los profesores del colegio podíamos participar, y Eva me animó mucho a hacerlo. Así que yo escribí sobre algo que amo mucho, y que además es muy típico de mi país…
No recuerdo bien cuándo fue la primera vez que nos conocimos; siento, más bien, que siempre has estado ahí, pendiente y constante en tu fidelidad. Como si nunca hubieras no estado junto a mí, así siento mi relación contigo. Incluso antes de necesitarte –o de nombrarte, ya ves-, yo ya intuía que te mantendrías aquí con lealtad intachable.
Creo que lo nuestro ha sido un juego de sentidos, pues noto tu presencia con sólo oírte trastear –ese chipchipchip que tanto te caracteriza- y tu figura me persigue cuando vuelvo a la naturaleza –sí, aquel campo en que nos conocimos hasta casi paladearnos, ¿recuerdas?
Admito que a veces tú has sido motivo de disputa entre los que me conocen; no sé si por envidia o por rabia, pero todos quieren tenerte a su lado, y sabes que eso no va conmigo: exijo, lo sé, toda tu atención, incluso cuando llegas por tu cuenta, de casa ajena y sin previo aviso. Es en esos momentos cuando te miro con curiosidad, preguntándome por dentro por qué has tardado tanto en llegar…
Pero el momento del encuentro es siempre como el primero –si pudiera recordarlo, pero sé que debió ser así: no es posible otra opción. Tu cuerpo se me ofrece diría que hasta con jugosidad, sin posibilidad de pecado porque lo nuestro –te lo he dicho muchas veces- está por encima de eso. Lo nuestro es conocernos, encontrarnos, descubrirnos cada vez que sabemos que el otro está ahí; y la próxima vez –porque habrá otra y muchas, no puedo evitarlo- será igual, siempre. Es impensable que no pueda ocurrir esto entre nosotros.
Y tal vez en otras casas sea el amor que te ofrecen más intenso o te llenen y rodeen de oropeles. Es posible. Pero yo te quiero así, con tu sencillez, sin más, como de toda la vida.
Por eso te amo. Tortilla de patata. Tú, la de mi madre. La de siempre.
FIN
Autora del cuento: Montse Martín, "Negrevernis",
BLOG EN CLASE
Fotografía: Deviantart/Omelette by ~Snofte
Me encantó el cuento, al igual que el anterior!!!
ResponderEliminarAnalía: Pensé que no existiría alguien que amara más la tortilla que usted!!! jaja
Quedó bárbaro el directorio que agregó!!!
El sitio está cada vez más lindo, y los colaboradores son mas que EXCELENTES!!
La saluda afectuosamente
Paula (su hija) : )
jaja!! MAMUUUUUU ME ENCANTA TODOOOOOO!!!!!
ResponderEliminarHola cielo, me alegro que te guste… hace un rato Montse nos escribía y nos contaba que se había dado cuenta que no sabía si acá se comía la tortilla de patatas: “Aún no conozco Argentina, pero sí he estado en otros países hispanos; cuando estuve en Honduras (dos meses) asociaban la tortilla de patatas con las tortillas de maíz, pero sólo coinciden en el nombre”.
ResponderEliminarTe pido un favor, Pau, ayudanos con el directorio de blogs. Estamos probando los enlaces y siempre viene bien una “miradita extra”.
Besooooooo, mandame los detalles por e-mail.
mamu ;-)